jueves, 8 de octubre de 2009

Reality TV, pornografía emocional

¿Qué motiva a un ama de casa a largar en público que su hijo se droga, su marido la maltrata y ella, finalmente, se ha vuelto lesbiana? ¿Si no lo hace por dinero, porqué lo hace?

A estas alturas, los cinco minutos de fama de los que hablaba Warhol ya no justifican la búsqueda obsesiva de la humillación pública. Es comprensible que uno quiera salir en la tele para que lo vea el barrio o la familia, pero ¿eso implica por necesidad dejarse tomar el pelo y, encima, disfrutarlo?
Expertos y profesionales de reality shows ratifican que muchas veces las personas necesitan la televisión para contar experiencias catárticas y solucionar así sus problemas. ¿Es este el nuevo sentido de las palabras "servicio público"? ¿Dependerán ahora las teles de las partidas presupuestarias del ministerio de sanidad?

Aún así, lo que las teles no cuentan es que muchas veces son ellas las que empujan a estas personas, incluso manipulándolas con técnicas de persuasión nada terapéuticas. En los procesos de captación se elaboran fichas muy detalladas de los candidatos y se eligen los de perfil más particular. Al final se están creando profesionales del testimonio, personas que van pasando de programa en programa contando experiencias que en ocasiones ni siquiera son suyas. Lo hacen por divertirse o por tener notoriedad, y les salen además baratos a las televisiones. ¿Es esto ético? ¿Debe la televisión alentar las neurosis de las personas? ¿Es lícito que se utilice a la gente que, a veces, no discierne claramente por sí misma?

La utilización de lo que ahora se denomina con un anglicismo que ya ha pasado al acervo popular, freaks (freakies, frikis, friquis...) es algo que de alguna manera lo empezó Cárdenas desde los diversos programas de Arús, y que llegó a su apogeo en Crónicas Marcianas. Aunque en disculpa podríamos decir que muchos de ellos sí saben claramente lo que hacen y sacan partido de ello, también hay muchos que no, probablemente. En principio eso es algo patético y lamentable, pero... son mayores de edad, no están internados en un centro psiquiátrico y, si pueden votar, también pueden salir en la tele para que se rían de ellos, y además cobrando un dinero. Carmen de Mairena, por ejemplo, ha pasado del submundo en el que se encontraba a hacer galas por todos los pueblos del pais e, incluso, protagonizar alguna peli porno (sí, ya, no es lo mismo que si te contrata Almodovar, pero...). Poniendo un símil un poco tontorrón, acorde con este escrito: los gladiadores conseguían su libertad a cambio de exponer su vida; éstos exponen su dignidad a cambio de la fama. De todas formas, como digo, hay algunos que se creen que lo están haciendo de puta madre y que no son conscientes realmente de que los ponen en la tele para que se rían de ellos, más que con ellos, y produce vergüenza ajena ver como, por ejemplo, el "sapientísimo" Cárdenas se aprovecha de la cortedad de algún personaje diciéndole palabras o planteándole cuestiones que éste no puede entender. ¿Nos gusta ver como la gente hace el ridículo en la tele?



Ha llegado un momento en el que la frontera que separa unos programas de otros es mínima, en el que los periodistas del corazón se convierten ellos mismos en el centro de la noticia y, en un efecto de retroalimentación extraña, son ellos -"ellas", la mayoría de los casos; es así- los que reciben llamadas anónimas amenazantes, acaban llorando... Aunque personalmente lo que más rechazo me produce es el gran auge de los reportajes de, por ejemplo, 7 Dias, 7 Noches de Teresa Viejo (sin no me equivoco, aún directora de Interviú) o Diario de..., capitaneado por Mercedes Milá, que no son otra cosa más que sensacionalismo puro que nos venden como "servicio público", "periodismo de investigación" o "de denuncia", y eso mismo se contagia a los informativos, los telediarios que se presuponen serios y rigurosos (en especial el de A3).

Pero hablando de los programas específicamente talk show, en principio no aplico ninguna crítica especial a éstos; hay que verlos -¡o no!- como lo que su palabra indica: un espectáculo, como una película, porque muchas veces la gente que sale ahí no dejan de ser actores que siguen un guión, con lo cual no se pueden tomar en serio. ¡Los directores de cine deberían estar atentos a esos realities, porque son una magnífica cantera!

Un claro paradigma casposo de esto: hace un tiempo, en todos los programas de zapping (un subgénero televisivo, éste, también digno de destacar) aparecían fragmentos del que presentó la inclasificable Leticia Sabater desde una tele autonómica -no recuerdo el nombre-. En eso programa las discusiones entre los asistentes se llevaban al límite, al extremo de llegar a las manos; a imagen y semejanza de otros que se hacen en América -especialmente la latina-, unos mozos de seguridad se encargaban de que la sangre no llegase al río. Pero es que resulta que ese programa era un auténtico tongo. Cualquiera podía ver que todo el mundo ahí estaba haciendo un papel, y muy mal interpretado. Era una parodia. Y los temas que se trataban eran infidelidades y chorraditas así.

Pero la realidad supera la ficción. A veces se juega rozando la inmoralidad, en su más amplio sentido. Y sin irse muy lejos del terruño.

Comentaremos a continuación unos cuantos realities que se han emitido o aún se emiten en los USA y Europa, aunque no sería raro ver alguno en un futuro adaptado a nuestra idiosincrasia. Son curiosidades y, al margen de su valor social y cultural (ninguno: es basura y morbo, nada más; cheap entertainment) resultan divertidos. Lo penoso, lo feo feo, os lo cuento en la 3ª parte.

-Mi gran gordo y vergonzante novio. Una chica debe convencer a su familia de que se va a casar con un obeso y grosero novio, lo cual es mentira. Si lo consigue, se lleva el premio, y si no, se lo lleva el gordo. Éste, naturalmente, hará todo lo posible por ponérselo difícil a la chica.

-Amish in the city. Como un gran hermano en el que juntan a unos miembros de esta secta con unas tías de Laguna Beach un poco ligeras de cascos. Después de la primera edición, sólo uno de los amish decidió seguir con su vida anterior.

-Vote for me. En el Reino Unido. Reality con mi más ni menos que políticos. Ganó uno de ultraderecha (bufff...).

Existía otro, no recuerdo el nombre, que consistía en que famosos de serie b, viejas glorias, se sometían a intervenciones quirúrgicas y ganaba quien mejor estuviera operado. Se llegó a operar uno de los Mothley Crue, no os digo más.


Y en este mundo donde prima la imagen exterior sobre todo lo demás no podían faltar programas en los que gente anónima se somete a operaciones de cirugía estética. Y lo más terrible: fans enfermos -no pueden ser otra cosa- que se operan para parecerse a sus ídolos, como esa chica que, no contenta con tener ya el mismo coeficiente intelectual de Britney Spears, también deseaba tener su aspecto físico. ¡Y lo consiguió!


Casi mejor que se lleguen a esos extremos. Es como en el deporte: en general, estoy a favor del dopaje; total, ya que están convirtiendo a los deportistas en unos monstruos haciendo que entrenen en exceso -que sean sobrehumanos- pues que también se droguen, que haya mutaciones genéticas, que los conviertan en cyborgs...




Y ahora lo penoso, y sin irse tan lejos,

-Lo que necesitas es amor (A3). Hace un tiempecito presentaba este programa el fallecido Jesús Puente (antes había ocupado su lugar Isabel Gemio). Quien había sido un gran actor ahora se dedicaba a mediar entre parejas y matrimonios deshechos para intentar volver a unirlos, como si de un Celestino catódico se tratase. En principio el propósito del programa parecía bonito (y cursi); unas veces se lograba, otras no, y cuando se lograba esa reconciliación uno no sabía si realmente eso seguiría así tras las cámaras, en el mundo real. No dejaba de ser basura emocional: la mayoría de las ocasiones los que solicitaban la ayuda eran hombres de mediana edad, bajo estrato social y cultural, borrachos y/o puteros. Y maltratadores.
En 1997 se sentó junto a Jesús Puente un señor de carita redonda y gesto bondadoso que pedía a su mujer que le perdonara porque “sólo le había dado cuatro guantazos”. Estaba arrepentido, decía él. Y continuaba diciendo el angelito: “Para evitar disgustos, e incluso crímenes, que por el crimen yo he llegado a amargarme por completo, lo único que quiero es que vuelvas, por favor. Un beso, cariño”.La mujer se llamaba, aún se llama, Isabel, y respondió ante las cámaras a su petición con esta frase: “La primera vez que me pegó tenía un mes de embarazo y un mes de casada. Él me lo quería quitar a base de golpes, diciendo que antes de tener una bruja en su casa prefería verme muerta”. Isabel, afortunadamente, se libró de una muerte segura. La que no se ha librado es la segunda mujer del tipejo. Ya está muerta. Él también, porque se cortó la yugular. Los responsables del programa no repararon en sentar en el plató a un tipo que reconocía haber maltratado a su mujer; un tipo que incluso mencionaba el crimen entre su planes. La audiencia es la audiencia.
Sería fácil pensar que cuando esto ocurrió, en 1997, nos faltaba a todos la suficiente concienciación en el tema del maltrato y no sabíamos ver las dimensiones que en realidad tenía el monstruo. Pero no, porque hay referencias de hace sólo año y pico.
Otro programa de la misma cadena con presentadora innombrable, tuvo la genial idea de llevar a plató a una mujer canaria aburrida de recibir palos, porque su marido, que acababa de salir de la cárcel por agresor y por haber abusado de sus hijos, había dicho ante las cámaras en la puerta de la prisión que lo primero que iba a hacer era matarla. Las autoridades canarias tuvieron que esconder a la mujer y a los chavales y ponerlos bajo protección. El tema se conoció en toda España. Pese a ello, el programa la localizó y logró convencerla para que, de incógnito, volara a Madrid para contar su historia. La mayoría de la redacción se emocionó: “¡Menudo temazo!”, “¡Cojonudo!” “¡Qué historión!”, “¡Vamos a arrasar!”... Una mínima parte calló, mientras otra insignificante representación vomitaba. Una genio descerebrada tuvo de repente la siguiente idea: “¿Y si localizamos al marido para que entre en plató sin que ella lo sepa y nos dé su versión?”. Alguien interrumpió su vómito para decir: “¡Pero cómo vamos a meter en un plató a los dos si el juez ha dictado una orden de alejamiento!”. La misma genio descerebrada, que mandaba mucho, respondió: “Nuestra obligación con la audiencia es contar las mejores historias”. La premura de la tele salvó a aquella mujer, quizás, de una muerte en directo, porque no hubo tiempo material para localizarlo, meterlo en un avión y que hiciera su aparición sorpresa en el programa. Se intentó entonces que entrara por teléfono, pero, finalmente, no pudieron encontrarlo.

-U 24 (Tele 5). Se está cumpliendo estos días aquella, en principio, sana y virtuosa iniciativa que se dió en llamar la Protección Televisiva del Menor, esa especie de impulso que vino del Gobierno y de algunos sectores bienpensantes de la Sociedad. Esa medida consiste simplemente en no emitir escenas de sexo o escabrosas ni pronunciar tacos ni tratarse temas perniciosos para los niños en horario infantil. Me parece muy bien (bueno, en fín, sería un tema a tratar aparte), pero luego choca bastante ver en este programa -las cámaras en un hospital de urgencias, filmando todas las miserias y los dolores de la gente que tiene la mala fortuna de ir a parar ahí- como atienden a un chaval que ha sufrido quemaduras muy graves.
Gratuíto, morboso y sin ninguna justificación. ¿A qué viene eso? ¿De qué nos sirve a nosotros que nos muestren el sufrimiento de un niño? Un niño al que no le tapan la cara, sino que la enfocan en primer plano, llorando. En un hospital público, ¿eh? ¿Qué director de hospital da su permiso para que entren unas cámaras y se dediquen a revolotear alrededor de un niño con quemaduras en el 60% de su cuerpo, lo menos? Y ahí estaba también su madre. ¿Qué madre permite eso? ¿Le pagaron? ¿No? Bien, ésta es la protección del menor.

-Ruffus y Navarro Unplugged (La Primera). Pepe Navarro, el hombre que ha hecho de la estética y la ética una parodia, que presenta a actores haciendo ver que son protagonistas de hechos reales... En este programa, que por suerte ya no se emite, hablando de la "nueva familia española", mostró a los espectadores un trío: una mujer muy gorda y dos tipos mayores con un aspecto de lo más infeliz, uno su marido y otro su amante, que vivían en bizarro contubernio. Mentira, claro: eso eran tres personajes raros que ha pillado vete a saber dónde, les ha dado unosbocatas y unos euritos y, hala, a hacer el número.
Bueno, eso son chorradas, pero es que con la misma "técnica" el Navarro abordó un tema tan serio y grave como es la violación. Un supuesto violador, alias "violeta" (qué derroche de imaginación), aparece en una habitación con la cara difuminada y haciendo unas declaraciones que se nota a la legua que están siendo leídas, las palabras no coinciden con las imágenes, que además están distorsionadas. Uno no puede evitar tener la mosca detrás de la oreja. Pero es que el tío no tuvo bastante con eso, sino que a la noche siguiente trajo a ese personaje al plató, disfrazado con peluca, bigote, gafas y todo lo necesario para guardar su "anonimato", siguiendo así con la mascarada. A ver, Pepe, si ya lo habías puesto en una entrevista grabada, porqué lo vuelves a traer otra vez? ¿Qué aporta de nuevo esa nueva aparición? Nada en absoluto. Bueno, sí: la posibilidad de seguir estirando el chicle. Parecería un gag, si no fuera por el tema tan delicado que se trataba.
Pepe Navarro es muy libre de hacer la basura que quiera, pero que frivolice con otras cosas y no con algo como la violación, ¿no creéis?
Pero, bueno, ¿qué se puede esperar del tipo que convirtió el caso de las niñas de Alcáser en todo un circo (Esta noche cruzamos el Mississippi) y fue condenado por injurias y calumnias a la farmacéutica de Olot al acusarla de haber fingido su secuestro (La sonrisa del pelícano)?
Y luego tiene la poca vergüenza de salir en el programa de Jesús Quintero haciéndose la víctima y despotricando contra la tele basura. ¿Y qué es lo que ha hecho él toda su vida? ¡Si es un pionero! Yo flipo.


"¡Tengo derecho a mi intimidad!"

Y hay más. Y cada temporada habrá nuevos, y todos con la premisa del escándalo y el urgamiento en el morbo como bandera. Y los seguiremos criticándo y viéndolos a escondidas. Pero hasta cierto punto, ¿eh? En ocasiones, en el mejor de los casos, este mundo llega a aburrir, empacha. En el peor, asquea. La "evolución" desde Vídeos de Primera hasta hoy ha sido inexorable, y cuando se pase de "la vida en directo" de GH a "la muerte en directo", que no cuenten conmigo. Creo.

No hay comentarios:


Buscador interno

Translate/Traductor