En el estado español, un nombre mítico de la tele es el de Narciso "Chicho" Ibáñez Serrador, debido sobre todo al enorme éxito que supuso durante las décadas de los 70, 80 y parte de los 90 el concurso Un, dos, tres (responda otra vez). También muy recordada es la serie de relatos cortos de suspense Historias para no dormir, y más adelante presentó él mismo a lo Alfred Hitchcock sus película de terror predilectas en el espacio Mis terrores favoritos. Después realizó otros programas tan populares como Hablemos de sexo -presentado por la perturbadora Dra. Elena Ochoa- o Waku Waku -presentado por la nada perturbadora Consuelo Berlanga-. Y no nos podemos olvidar de El semáforo, presentado por Jordi Estadella y en donde se humillaba de una forma un tanto gratuíta a sus concursantes... Pero bueno, en todas estas incursiones, de una forma u otra, fue un innovador y un inteligente personaje que sabe perfectamente como funciona el mundo de la televisión.
Pero a menudo se olvida que Chicho Ibáñez también fue un buen director de cine fantástico. Aunque, claro, su filmografía es muy corta: La residencia (1969), que alcanzó un éxito de público y crítica muy grande, y ¿Quién puede matar a un niño? (1976) (os ofrecemos el trailer de un fan), que no gozó de tanto beneplácito pero que es, sin duda, su obra maestra y una de las películas del género más arriesgadas y extraordinarias que se haya rodado en España.
Una pareja de guiris de veraneo llega a una isla donde no consiguen encontrarse con ningún adulto y los niños parecen ser los únicos dueños del lugar. Con esta premisa tan simple como eficaz, Ibáñez consigue crear un largometraje permanentemente inquietante, malrrollino total y con un ritmo prodigioso, digno del mencionado Hitchcock, , y además con momentos aún hoy brutalmente terroríficos. Alejada de las brumas y oscuridades tenebrosas, la acción transcurre en un lugar luminoso, lo cual no inpide que desde un primer momento tengamos la sensación de que "algo no va bien". De hecho, aunque el film se enmarca en el subgénero de los niños malvados, está más cerca de películas opresivas como El diablo sobre ruedas (otra obra maestra, el debut de Spielberg) que de otras teóricamente más afines como la británica El pueblo de los malditos.
A esta película se le puede encontrar algún elemento un tanto cutre, siendo el más unánimemente señalado su prólogo en el que se intenta dar una explicación a la "revolución" de estos niños (ne temo que es fruto de la época), pero es fácil perdonarle esos pequeños deslices ante el resultado final t la brillante y creíble actuación de los protagonistas.
Lamentablemente, Chicho Ibáñez ya no volvería a realizar ningún otro largometraje, y a estas alturas y a su edad ya no está por la labor. Desde FanRet, nuestro homenaje al maestro; y antes de que fallezca, hombre, que parece que solo nos acordamos de los grandes cuando les ha tocado abandonar este mundo.
Su gran banda sonora de Waldo de los ríos ( y de La residencia)
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